Nace un 20 de enero de 1948 en Riohacha Guajira en un hogar sencillo, pero lleno de amor, comprensión y unión familiar formado por Daniel Ceballos y Rosa Sierra.
Siendo muy pequeña, junto con su familia, se traslada a Maicao y es allí donde realiza sus estudios primarios en la Escuela Inmaculada. En 1963 su vocación de maestra la lleva a ingresar a la Escuela Normal de Señoritas de Uribia de donde sale graduada con el título de Normalista en el año de 1968.
En marzo de 1969 regresa a la Escuela Inmaculada de Maicao, pero ahora como maestra titular. Sin embargo, su estadía allí dura catorce (14) meses porque en junio de 1970 ingresa a la Escuela Fidelia Navas de Riohacha como docente titular completando allí cinco (5) años y medio.
Unos meses después la semilla de la maternidad se posa en su vientre y el siete (7) de noviembre de 1976 se realiza como madre al traer al mundo a su hija Emilce Ochoa Ceballos, a quien todos por cariño le dicen “Michi” y quien se constituyó en su razón de vida y por quien luchó hasta convertirla en una mujer profesional y de bien.
Entremezclando su maternidad con la docencia, ingresa al Fondo Educativo Regional como maestra multiplicadora hasta 1979. Más tarde, en 1981 decide ingresar a la Universidad San Buenaventura y en 1985 obtiene el título en Administración Educativa.
Durante cinco (5) años aproximadamente se desempeña como catedrática del Liceo Almirante Padilla y simultánea a esta labor se inicia como rectora en el Colegio Nicolás de Federman, gestión que dura hasta 1990 y, es en este mismo año, en el mes de septiembre, cuando vuelve a ser madre de una niña que decide adoptar y a quien le da el nombre de Rosalila Ceballos Sierra. Pero su responsabilidad de madre no disminuye sus ganas de dedicarse a la docencia, al contrario, se compromete con su formación intelectual obteniendo el título como Especialista en Planeación Integral del Desarrollo Educativo Regional, en la Pontificia Universidad Javeriana, donde ingresa más tarde como tutora de investigación; simultáneamente labora como maestra multiplicadora en el Programa de Educación para Adultos hasta 1997. Dos años más tarde por intermedio de la Universidad Santo Tomás recibe el título de Especialista en Pedagogía de la Lengua Escrita.
Su formación intelectual le permite ser una docente comprometida siempre con retos pero con respuesta positiva, donde muchos maestros recibieron sus orientaciones y sus conocimientos logrando mejorar sus prácticas pedagógicas en bien del sector estudiantil. Con este mismo perfil fue además docente de la Universidad de la Guajira, aunque su estadía en ese centro educativo fue corta porque ingresa como maestra multiplicadora de la Oficina de Planeación Educativa Departamental desde enero de 1998 hasta marzo del 2000. En el año 2000 llega a la Institución Educativa Número Diez de Maicao como Coordinadora de Calidad, gestión que dura hasta el 9 de mayo del 2008 día en que fallece en la ciudad de Bogotá.
No obstante, la vida de OLCESI, como ella misma se firmaba, no fue sólo trabajo sino también alegría, risas, pero sobre todo apoyo, solidaridad, esperanza, ternura, sabiduría y mucho amor en especial para Michi y Rosalila, sus hijas que se constituyeron en razón de vida; para Rafa, María, Maritza, Jorge, Rosa Elvira y todos sus hermanos para quienes fue incondicional; para Rossy Oliva, Daniel Elías, Lina Paola y todos sus sobrinos para quienes fue cómplice y amiga; para Mohira su ahijada, quien fue como una hija más por quien luchó y preocupó hasta el último momento de su existencia.
Como persona nos dejó gratos recuerdos por su capacidad de transmitir sabiduría, estímulos, consejos para alcanzar metas fructíferas; como familiar fue solidaria con cada uno de sus parientes a quienes ilustraba y estimulaba constantemente para que el proyecto de vida heredado de Daniel y Rosa siempre estuviera a la altura; ella junto con Jorge, Rosa Elvira, Maritza, Rafael y demás hermanos, fueron una poderosa llave de amor, fraternidad y de buenas aspiraciones.
Sus faltas fueron muy insignificantes comparadas con una vida llena de retos, sacrificios, capacidad y sabiduría; prueba de ello es que el pueblo de Maicao le tendió la mano en forma incondicional, ya que docentes y administradores la valoraron por su gran capacidad. Por ello su nombre permanecerá vivo en los espacios de la Institución como un reconocimiento a sus calidades humanas y de servicio comunitario.
Su vida terminó pero sus enseñanzas y sus recuerdos perdurarán por siempre en el corazón de su familia, amigos y compañeros quienes fueron testigos que aunque fue una mujer que batalló con la vida fue un remanso de paz para muchos porque su inmenso corazón daba para todos.
Q.E.P.D